29 de Noviembre de 1997 (Maria)
Mis queridos hijos,
Los urjo que en su vida diaria hagan siempre tiempo para Dios, ámenlo, alábenlo y con todo su empeño propónganse a glorificar Su Santo Nombre. Pequeños Míos, Les digo que son amados y aun no comprenden lo profundo de este amor porque el amor de Dios es incondicional, puro y santo. Luchen por lograr una pureza de corazón y realmente procuren la voluntad de Dios con un corazón sincero que late únicamente al ritmo del amor.
Deben decidir ahora, hijos Míos, aceptar la Cruz de Cristo o rechazarla y a El cuya sangre fue derramada por ustedes. Las lágrimas corren por las mejillas de su Madre al ver que este mundo les absorbe su tiempo y energía dejándolos vacíos y completamente perdidos en el materialismo. Vengan, pequeños, y desháganse de las cargas de este mundo. Las manos de Mi Divino Hijo gentilmente se extienden y estrechan el alma humilde que busca la santidad y aun se tropieza como un niño pequeño en su ansia por caminar. No Le teman, confíen en El --- tomen la mano que Les extiende --- caminen a Su lado ahora y caminaran con El hacia la eternidad. Escuchen la urgencia de Mi llamado. Se hace tarde y Mi tiempo con ustedes se acerca a su fin. ¡Paz, preciosos Míos!